CUERPO PENSANTE
Juan Manuel Uría
(20 AFORISMOS SOBRE DANZA)
El primer paso siempre es baile. El segundo, convención.
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La danza es crear un espacio con el movimiento poético de un cuerpo.
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Espacio, movimiento, cuerpo. Ahí está implícito el tiempo. Ese movimiento está en el tiempo; en un tiempo.
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¿El tiempo del corazón? No sería exacto. Más bien el tiempo del cuerpo, de la sangre, de la piel en contacto con el espacio. Un tiempo que obedece a impulsos profundos, primarios, poéticos.
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Así, en la danza, piensa el cuerpo. Cada parte, cada célula. Como el harrijasotzaile en su particular danza con la piedra.
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En un tiempo presente; este tiempo tiene un ritmo que no es el de la matemática o el de la contigüidad.
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En realidad bailar es una descoordinación, romper la rutina de movimientos, el orden de los gestos, la concatenación de los actos más estrictamente corporales y comunes; esta es la armonía, individual y social, que hay que alterar.
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Crear una nueva e improvisada álgebra de movimientos para notar otra vez la materia de la que estamos hechos, el espíritu que se despereza, el niño que aprende de nuevo a caminar y aún no tiene el paso pautado, ni un horizonte concreto, ni un lenguaje auxiliar.
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Improvisación, libertad, ruptura, riesgo. Un pájaro ha salido de la jaula.
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La danza es, por supuesto, cuerpo. Materialidad de un cuerpo construyendo un espacio vacío, donde se eleva espiritualmente.
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No un cuerpo perfecto, no un cuerpo de la escultura clásica; la danza del cuerpo roto, del cuerpo que necesita moverse, del cuerpo vulnerable, que se mueve en el límite de la imposibilidad del movimiento.
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Se baila para ser dios, para ser un gusano, un niño; dios que es un niño que atrapa entre sus manos un gusano. El latido entre dos mundos.
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En el momento la danza crece, se hace, va formándose por el impulso central y periférico del que baila; sin guion, sin coreografía cerrada, la danza es ante nuestros ojos un ente vivo, siempre distinto, en diálogo con la situación, con la circunstancia y los que la viven.
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Un espacio vivo, retado, interrogado.
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Danzar la poesía desde su fuente.
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Un cuerpo que cae, cae, y cayendo, ¡cómo se eleva!
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La torpeza, el tropiezo, el carraspeo, la torsión infinita de una idea hasta hacer de ella un hermoso equívoco, un azar.